Cómo hemos cambiado...

Llevamos unas semanas viviendo la “nueva normalidad”. Poco a poco nos hemos visto obligad@s a incorporar rutinas que hace unos meses se nos hubiesen antojado inverosímiles. Pequeños actos que pueden salvarnos la vida.

Hoy me he levantado y he ido directa al ordenador sin necesidad de hacer el recorrido que me correspondería para llegar a mi oficina. Hoy es un día de teletrabajo. Cumplo uno de los requisitos que me permiten trabajar en casa determinados días de la semana. 

La jornada laboral se ve interrumpida a media mañana por una llamada. Es mi médica de Atención Primaria. Ahora no tengo que ir al Centro de Salud a esperar mi turno para ser atendida. Con las nuevas medidas, puedo seguir realizando mis tareas hasta que se pongan en contacto telefónico conmigo.

A última hora de la mañana estoy convocada a una sesión formativa. Como viene siendo habitual en estos meses sólo tengo que dar click a un enlace para estar en un aula virtual. Saludo al resto de asistentes y al finalizar quedamos para la siguiente sesión.


Decido ir a pasar la tarde a la playa. Junto al habitual material, no puedo olvidar la mascarilla, elemento imprescindible cada vez que atravieso el umbral de mi puerta.

Por petición de mi amiga María, que me acompaña esta tarde, me comprometo a preparar una merienda saludable compuesta fundamentalmente por fruta de temporada.

Cuando nos encontramos en el punto de encuentro nos saludamos con un levantamiento de cejas. Hace meses que no nos damos los dos besos de rigor ni un abrazo. Espero que los recuperemos pronto

Como novedad, elegimos una de las recién estrenadas playas libres de humo.  Al llegar nos encontramos con una serie de normas encaminadas fundamentalmente a preservar el distanciamiento social.

A diferencia de veranos anteriores, l@s bañistas se sitúan ordenadamente en la arena, al menos, la mayoría. Antes de venir, he consultado el aforo para evitar una desagradable sorpresa.

Han desaparecido del panorama los deportes colectivos y los elementos de recreo que otros veranos eran protagonistas indiscutibles.



A la hora de regresar, aprovecho para hacer compra en el supermercado. Antes de entrar, desinfección de manos con gel hidroalcohólico y uso de guantes para manipular alimentos frescos. El establecimiento señaliza de forma visible la dirección correcta de circulación y el espacio de separación en caso de que haya cola. Todo un mosaico de flechas y mensajes indicadores adornan el suelo del establecimiento.


                                 

         
Vuelta a casa. Dejo los zapatos en la puerta donde ya tengo preparado el calzado que tengo reservado para andar por casa. También dejo las llaves y el móvil en una caja que tengo preparada en el recibidor. El siguiente paso es el enésimo lavado de manos de hoy (obligatorio el que sigue a la llegada desde la calle)


¿Qué hacer con la compra?. Por precaución continúo con mi protocolo de desembalar productos empaquetados y limpiar con agua y lejía la superficie de los demás y los productos frescos (verduras y frutas en este caso). Y vuelta al lavado de manos después de este proceso.

Acaba el día. Mañana me toca madrugar un poco más porque es uno de los días que me corresponde ir a trabajar de forma presencial a la oficina. Renuevo mi mascarilla para proteger mi vida y la de los demás. No olvides renovar y utilizar la tuya...

...qué lejos ha quedado la anterior normalidad

(Esto es una recreación ficticia de lo que puede ser una jornada actual con los nuevos hábitos que nos hemos visto obligados a adquirir para evitar la propagación de la COVID19)



Sonia Jiménez Palenzuela
 Técnica de Educación para la Salud y  
Acción Comunitaria para la Acción Local en Salud
Distrito Sanitario Málaga-Guadalhorce
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