¿Se puede comprar la salud?





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“La pobreza acorta la vida casi tanto como el sedentarismo y mucho más que la obesidad, la hipertensión y el consumo de alcohol”. Así de tajante es el resultado de un macroestudio realizado entre 1,7 millones de personas que publicó la revista Médica The Lancet en 2017. 


El bajo nivel socioeconómico es uno de los indicadores más fuertes de la morbilidad y mortalidad prematura en todo el mundo” aseguran los autores del mencionado estudio, una treintena de especialistas de instituciones de renombre como la Universidad de Columbia, el King’s College de Londres, la Escuela de Salud Pública de Harvard y el Imperial College de Londres, a lo que añaden que “la adversidad económica debe ser incluida como un factor de riesgo modificable en las estrategias de salud local y global, las políticas y la vigilancia del riesgo para la salud”.

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Numerosos estudios científicos muestran que las desigualdades en salud son grandes y responsables de un exceso de mortalidad y de morbilidad superior a la mayoría de factores de riesgos de enfermar conocidos.

La exposición durante la infancia a situaciones de privación y de desigualdades sociales se asocia al desarrollo de problemas de salud a corto, medio y largo plazo: hay más obesidad infantil en familias con rentas bajas. Esto puede deberse en gran medida a que estos niños comen peor porque los alimentos más accesibles y baratos suelen ser los menos saludables.




Está claro que de cara a la prevención de futuras enfermedades o muertes prematuras es esencial que las elecciones más saludables sean las más accesibles para todos y todas con independencia de clase o condición. La OMS advierte que la responsabilidad individual solo puede ejercerse plenamente cuando los individuos gozan de acceso equitativo a una vida sana y disponen de apoyo para tomar decisiones saludables.

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El considerado precursor de la Salud Pública y la higiene moderna, Johann Peter Frank, escribió a principios del siglo XIX un tratado en el que exponía el papel que deberían cumplir lo estados para contribuir a la salud de sus poblaciones. En el mismo consideraba a la miseria como la madre de las enfermedades, convirtiéndose en uno de los primeros de la era moderna que consideró los aspectos económicos y sociales como importantes para la salud de la población.

Imagen relacionadaWalfo Fernández, del área de Educación para el Desarrollo de Manos Unidas expone que “nuestra experiencia nos dice que la promoción de la salud y el desarrollo caminan juntos y que luchar contra la pobreza nos ayudaría a reducir la incidencia de muchas enfermedades en la población más necesitada y revertiría en unas mejores condiciones de vida y por tanto, en mayores oportunidades de desarrollo”. En definitiva, la salud de una sociedad, depende de la salud de su población.


Fernández también destaca el hecho de que la salud esté relacionada directamente a la inequidad social. “Realmente se produce una relación causa/efecto de doble dirección: la pobreza genera mala salud y la mala salud contribuye a perpetuar la pobreza. La pobreza es el mayor obstáculo para la salud” Reflexionemos

Sonia Jiménez Palenzuela
Técnica de Educación para la Salud y Participación Comunitario 
para la Acción Local en Salud
Málaga
 

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